Otro paro de la CGT contra Javier Milei que no cambia nada

El tercer paro general dispuesto por la CGT contra la administración de Javier Milei tuvo un acatamiento dispar: resultó fuerte en la industria, en las oficinas estatales y en el transporte, que, con excepción de los colectivos, no funcionó. Sin embargo, se registró un importante tránsito vehicular en las principales avenidas porteñas y del Conurbano, un aumento en el uso de las aplicaciones de autos de alquiler y la actividad comercial practicamente no se vio afectada por una medida de fuerza que, nuevamente, provocó cruces entre el Gobierno y la CGT: para el primero resultó «un fracaso» mientras que la central obrera la calificó como un «éxito rotundo».

Desde temprano las paradas de colectivos registraron largas colas de usuarios que esperaban para ir a trabajar, un escenario que se repitió por la tarde en el regreso en el distintos puntos del centro porteño y en las adyacencias de las estaciones de Once y Constitución que, sin embargo, permanecieron cerradas por la falta de trenes. El crecimiento del cuentapropismo y la paulatina reducción en la cantidad de trabajadores bajo convenio también le restaron peso a la medida de fuerza en comparación con las impulsadas, por caso, durante el gobierno de Mauricio Macri. Los comercios permanecieron abiertos al igual que muchas escuelas; el centro comercial de Once funcionó con normalidad.

También en el interior la medida de fuerza tuvo un impacto dispar. Por el funcionamiento de los colectivos en muchos sectores, como el comercio y las escuelas, hubo actividad casi normal, mientras las dependencias públicas, las fábricas y los bancos prácticamente no funcionaron.

Se cancelaron unos 400 vuelos afectando a unos 40 mil pasajeros y los hospitales atendieron con guardias mínimas. La mayoría de las escuelas abrieron sus puertas pero las universidades no dieron clase. Durante gran parte de la jornada se observó un gran tránsito vehicular. Algunos colectivos, en Bahía Blanca y La Plata, sufrieron ataques con pedradas por parte de desconocidos por no plegarse a la medida de fuerza.

Por la mañana el presidente Javier Milei se mostró con su gabinete de ministros en el Salón Eva Perón de Casa Rosada en una foto que, bajo la leyenda «Hoy se trabaja», compartió el presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem, en sus redes sociales.

Por la tarde, Héctor Daer, co-secretario general de la CGT, calificó como un éxito rotundo «estas 36 horas de movilización y paro» y aseguró que eso se logró con «el paro de todos los sectores industriales, en todo el transporte, en todos los servicios, en todos los sectores que mueven el proceso económico de nuestro país». Según los gremios del sector, en la industria la medida tuvo una adhesión superior al 85%.

Al insistir con «el éxito» de la medida de fuerza y «el paro contundente», Daer felicitó «a todos los trabajadores que tomaron la decisión de acompañar al llamado a la huelga de la CGT y cuestionó: «¿Cuánta presión hicieron sobre tantos sectores? ¿Cuánto nos vendían los medios de que había lugares que no iban a parar? Y lo claro estuvo, lo más claro estuvo que hoy el principal emprendimiento estratégico como es Vaca Muerta paró».

En el Ejecutivo, en cambio, calificaron a la medida de fuerza «como un fracaso» al evaluar su bajo acatamiento. Desde la Secretaría de Vocería de Manuel Adorni se cuestionó a un «paro de la casta sindical kirchnerista de los Moyano, que por tercera vez dejan sin trabajar a millones de argentinos». Tal como había hecho el portavoz en otras oportunidades, dijo que los miembros de la cúpula de la CGT frenan el transporte pero se mueven «en autos importados» y viven «en los barrios cerrados más caros». El comunicado acusó a los jefes sindicales de no «tolerar que los trabajadores salgan adelante por su propia cuenta, sin ellos. Mientras el salario promedio de diciembre de 2023 fue de 300 dólares, el de enero de 2025 fue de 1.100 dólares».

Según el cálculo del oficialismo, el paro general tendría un costo de 880 millones de dólares. «Este es uno de los últimos coletazos de quienes viven de la extorsión y el apriete», agregó el texto oficial que endilgó a los gremialistas «estar atrincherados en el poder político-sindical, enquistados en el nido de la casta. El avance de la libertad implica el fin de sus negocios y, como los animales salvajes cuando están acorralados, contraatacan para sobrevivir».

La línea 134, uno de los caballitos de batalla del gobierno libertario para desarticular la trama de presiones en movimientos sociales y sindicatos durante protestas, registró durante el paro de la CGT más de 800 llamados.

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