Viví 13 años en Argentina y nunca me cansaré de decir que no existe un lugar mejor en el mundo para un italiano fuera de Italia. En Buenos Aires viví momentos extraordinarios y me crucé con personas fantásticas. Crecí como persona y como profesional, y tuve la suerte de poder contar historias maravillosas gracias a mi trabajo. Me la busqué, me la gocé.
El fútbol fue desde el principio un vínculo capaz de hacerme coleccionar momentos increíbles, como periodista, como hincha, como un observador curioso de la intensidad con la que se vive. No es casualidad que cuando quise encontrar un título en italiano para mi libro sobre el fútbol argentino, pensé inmediatamente en La Pasión. Esa fuerza que te hace lograr hazañas increíbles, una fe pagana, un fuego que no se apaga, independientemente de los resultados y de los momentos de la vida.
En las presentaciones en Italia del libro expliqué que la pasión con la que los argentinos viven el fútbol no es otra cosa que una metáfora de la manera en que entienden la vida. No hay otro camino posible: estás o no estás. Una tradición que se transmite de padre a hijo, el sufrimiento y la felicidad en el transcurso de 90 minutos, los rituales que se comparten entre amigos o en familia.
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El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Cuando la editorial El Ateneo me propuso la canción de Fito Páez como título para la versión en español del libro, acepté sin dudarlo. El salto de la pasión a la alegría es inmediato: el corazón late como una tarde bajo la lluvia en la tribuna, los viajes a la cancha y la cábala, omnipresente en cada hinchada. Recopilé historias y recuerdos especiales de todos los entrevistados, a quienes estaré eternamente agradecido.
El bautismo de la primera vez en la cancha, la rivalidad eterna en los clásicos y los choripanes antes de entrar. La aventura fantástica de la Scaloneta en Qatar, la unión nacional con la Selección que finalmente se lleva a casa el trofeo más hermoso. Pero también son las lágrimas en la Bombonera por la despedida de Maradona o por el último partido de Martín Palermo, el purgatorio y luego el paraíso de los Millonarios desde la B hasta la era Gallardo, el extraordinario campeonato del Racing en medio de los cacerolazos, el San Lorenzo que gana la Libertadores con Bergoglio en el Vaticano.
En Dale alegría a mi corazón, el lector puede encontrar la Historia grande, pero sobre todo muchas historias que giran en torno a la misma maravillosa palabra. La pasión y los escalofríos son los de Ariel, que quiere hacer socio de All Boys a su hijo que aún no ha nacido; es Omar, criado entre los frigoríficos de Mataderos y la cancha de Nueva Chicago; es Vanessa, que se abre camino en la tribuna del Rojo y es también Fede, que vuelve a vivir gracias al fútbol después de una pérdida tremenda. Es la pasión de muchos, el orgullo de todos.
Pienso al Pelusa que corre detrás de la pelota, con los pasillos torcidos de una vida que te quita mucho y te devuelve demasiado poco. Es el campeonato del Napoli que llega después de Qatar, justo en el primer año sin Diego. Es la alegría inmensa de Lionel, siempre sea alabado, y de quienes reconocen en él el sacrificio obstinado de alguien que nunca bajó los brazos.
Es el relato de tantos pibes que corren detrás de una pelota como si todo fuera un gran sueño y de otros que prefieren contar el fútbol gracias a la paciencia de los docentes de Deportea. Es la eterna novela de un país que nunca se queda quieto, que discute sobre todo, que se vuelve grande en la adversidad, pero se pierde en el juego cotidiano de los encuentros. La historia de un Mundial que fue como un oasis en el desierto, todos finalmente unidos por un objetivo común. Se gana o se pierde, pero está prohibido aflojar.
En las buenas, pero sobre todo en las malas, estas tribunas nunca están vacías. Porque solo así, sea gloria o fracaso, se vive la vida al máximo.
*Autor del libro Dale alegría a mi corazón. Editado por El Ateneo.