Real Madrid hace de los milagros en la Champions League un estilo de vida. La palabra remontada podría estar bordada en su escudo, pero hubiese sido algo sobrenatural que con solo tres remates -incluido el del gol de Vinícius– en 112 minutos (los 90 y los 12 en la suma de las adiciones de los dos tiempos) le alcanzase para revertir una serie que le había quedado muy cuesta arriba en Londres, desde donde volvió con el duro correctivo de un 0-3.
El trabajo consistente y terrenal de Arsenal, sin el miedo escénico que atenazó a otros grandes europeos en la misma situación, puso en pausa a esos poderes esotéricos que a veces impulsan a Real Madrid. El conjunto inglés completó una estupenda serie de cuartos de final con un 2-1 en el Bernabéu, que despidió al campeón vigente, al ganador de cinco títulos en la última década.
Real Madrid es palabra mayor en la Champions League, hay que ponerse de pie para referirse a él, pero a veces en el fútbol se da la lógica de que gana y sigue en carrera el mejor. Y en este caso no queda la menor duda de que Arsenal fue superior en las dos clases de partidos que se disputaron: cuando fue ambicioso y agresivo en el Emirates Stadium para alcanzar la goleada, y cuando fue ordenado tácticamente y filoso para contraatacar en Madrid.
Arsenal solo cometió un error, el descuido de William Saliba que permitió el empate de Vinícius. En todo lo demás, fue el equipo versátil que sabe cerrarse para bloquear al rival y que con la pelota en los pies tiene calidad suficiente en Rice, Odegaard, Merino y Saka. Por algo es el equipo que recibe menos goles en la Premier League y en la Champions solo vio vencido su arco siete veces en 12 partidos. Y en los últimos cotejos lo logró con el mérito añadido de haber absorbido la pérdida por lesión de dos piezas importantes: Gabriel Magalhães y Riccardo Calafiori.
El club del norte de Londres regresa a una semifinal -enfrentará a Paris Saint Germain- de Champions después de 16 años, desde la época del profesor Arsène Wenger. Se acerca al sueño de su primera Orejona.
Si Real Madrid era el último campeón, qué menos se podía esperar para esta temporada con la incorporación de Kylian Mbappé, que eligió destino para obtener el título que se le negó durante siete temporadas en Paris Saint Germain. Cuando se concretó la operación, se interpretaba que Mbappé necesitaba más a Real Madrid que el equipo a él. Iba en busca de una gloria en un club que la produce en cantidades industriales.
En menos de un año, el francés marcó en dos finales (Supercopa de Europa y Copa Intercontinental) y levantó dos trofeos, pero en Real Madrid la medida de todas las cosas es la Champions. Y en la primera temporada juntos ya hay un desencuentro porque Mbappé, decisivo con cuatro goles en los play-offs ante Manchester City, no influyó en la serie contra Arsenal. Se lo esperaba, no apareció y dejó la cancha a 15 minutos del final tras doblarse un tobillo, con un dolor que seguramente se le agudizó al oír algunos silbidos en su salida.
El público del Bernabéu suele ser riguroso e implacable. Todavía no hay idilio con Mbappé, porque el suplemento ofensivo que trajo no compensó la cuota de criterio y conducción que se llevó Toni Kroos con su retiro. En su primera temporada, Mbappé todavía no se perfiló para ser el sucesor de Cristiano Ronaldo y Karim Benzema. De lo que no se lo puede responsabilizar es de la ausente política de refuerzos del club para mejorar la defensa tras las lesiones de Éder Militão y Carvajal, y subestimar la endeblez de Lucas Vázquez y las dificultades de David Alaba en su vuelta tras más de un año de rehabilitación. Una defensa prendida por alfileres desde hace rato.
Sin Champions, Carlo Ancelotti se juega el futuro en la final de la Copa del Rey ante Barcelona y en la persecución del equipo catalán, puntero en la Liga de España. El italiano no hace planes a largo plazo: “No puedo hablar ahora de mi futuro. El club puede querer cambiar, quizá este año, o el próximo, no sé. No hay problema. El día que termine aquí daré las gracias. En un día, en un mes, en un año, quién lo sabe. Daré las gracias a este club, nada más».
Lo más destacado de Real Madrid 1 – Arsenal 2
Se esperaba de arranque un aluvión de Real Madrid, con todo el poder intimidatorio que ejerce el Santiago Bernabéu, pero el primer cuarto de hora pasó por la zurda de Saka, para lo bueno y para lo malo. El extremo, que a fin de marzo salió de una lesión muscular que lo alejó más de tres meses de las canchas -el período inactivo más largo de su carrera por razones físicas-, era un martirio para Alaba, a quien no le quedó más remedio que ganarse una amonestación por una dura entrada. Saka era casi completo: gambeteaba y llegaba a posición de remate; un tiro desviado y otro cruzado que Courtois sacó al córner.
Entre los despistes varios de Real Madrid, el inexperimentado Asencio sujetó a Merino en un córner. El árbitro Letexier no vio la infracción y el VAR lo salvó por primera vez, como lo haría unos minutos más tarde para corregirlo del penal que imaginó de Rice a Mbappé.
Iban 12 minutos y Arsenal se encontraba en una situación idílica, con un penal a favor. Hasta ese breve lapso del encuentro, no había futbolista más entonado que Saka, que de tan confiado picó el remate, despejado por Courtois con el izquierdo de esos brazos que parecen aspas de un helicóptero cuando los despliega.
Real Madrid salía de una de esas situaciones críticas que lo predisponen para lo imposible y Saka pasó del fulgor a un período de ensimismamiento del que emergió en el segundo tiempo, cuando la inspiración le volvió al cuerpo para marcar el 1-0. En el camino, Courtois igualaba el récord de Iker Casillas en Real Madrid por la Champions League con tres penales desviados.
Los goles llegaron en el segundo tiempo. Mucho más elaborados los del Arsenal, como en la definición sutil de Saka tras una sucesión de pases y el contraataque letal de Martinelli en el descuento, con un Real Madrid entregado, al que le habían entrado las balas de los “gunners”.
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