Amanece en el puerto de Darwin y el guardaparques estatal Kelly Ewin, cuyo trabajo es atrapar y retirar cocodrilos, se balancea precariamente en una trampa flotante. Sobre nuestras cabezas hay grandes nubes de una tormenta que acaba de pasar. El motor del barco fue apagado, por lo que todo está prácticamente en silencio, aparte del chapoteo intermitente que sale del interior de la trampa.
“Con estos tipos no puedes cometer errores”, dice Ewin mientras intenta enrollar una soga alrededor de la mandíbula del agitado reptil. Estamos en el Territorio del Norte de Australia (TN), hogar de aproximadamente 100.000 cocodrilos de agua salada salvajes, más que en cualquier parte del mundo.
La capital, Darwin, es una pequeña ciudad costera rodeada de playas y humedales. Y, como se aprende rápidamente aquí en el TN, donde hay agua, generalmente hay cocodrilos.
Los cocodrilos de agua salada, o “salties”, como los conocen los lugareños, fueron cazados casi hasta la extinción hace 50 años. Después de la Segunda Guerra Mundial, el comercio no controlado de sus pieles se disparó y el número de cocodrilos cayó a alrededor de 3.000.
Pero cuando se prohibió su caza en 1971, la población empezó a aumentar de nuevo… rápidamente. Todavía son una especie protegida, pero ya no están amenazados. La recuperación del cocodrilo de agua salada ha sido tan dramática que Australia ahora enfrenta un dilema diferente: cómo gestionar su número para mantener a la gente segura.
“Lo peor que puede pasar es que la gente se vuelva en contra los cocodrilos”, explica el profesor Grahame Webb, experto en estos reptiles. Y agrega: “Luego, invariablemente aparecerá un político que reaccione impulsivamente y asegure que va a ‘resolver’ el problema de los cocodrilos”.
Las cálidas temperaturas del TN y los abundantes hábitats costeros crean el hábitat perfecto para los cocodrilos de sangre fría, que necesitan calor para mantener constante la temperatura de su cuerpo.
También hay grandes poblaciones de cocodrilos de agua salada en el norte de Queensland y en Australia Occidental, así como en partes del sudeste asiático.
Si bien la mayoría de las especies de cocodrilos son inofensivas, el cocodrilo de agua salada es territorial y agresivo. Los incidentes mortales son raros en Australia, pero ocurren.
El año pasado, una niña de 12 años fue capturada por un cocodrilo, la primera muerte a causa de estos reptiles en el TN desde 2018.
Esta es la época del año de mayor actividad para Ewin y sus colegas. La temporada de reproducción acaba de comenzar y eso significa que los cocodrilos están en movimiento. Su equipo está en el agua varias veces a la semana, revisando las 24 trampas para cocodrilos que rodean la ciudad de Darwin.
La zona es popular para pescar, así como entre algunos valientes nadadores. Se suele matar a los cocodrilos que se retiran de las trampas, porque si se liberan en otro lugar, es probable que regresen al puerto.
“Nuestro trabajo es intentar mantener a la gente lo más segura posible”, dice Ewin, quien lleva dos años haciendo lo que describe como el “trabajo de sus sueños”. Antes de eso, fue policía.
“Obviamente no vamos a capturar a todos los cocodrilos, pero cuantos más saquemos del puerto, menor será el riesgo de que haya un encuentro entre cocodrilos y personas”, explica.
Otra herramienta que ayuda a mantener seguro al público es la educación.
El gobierno del Territorio del Norte llega a las escuelas con su programa “Be Crocwise” o “Sé sabio en torno a los cocodrilos”, que enseña a la gente cómo comportarse responsablemente en los hábitats de esos reptiles.
El programa ha sido tan exitoso que Florida y Filipinas ahora buscan adoptarlo para comprender mejor cómo los depredadores más peligrosos del mundo pueden vivir junto a los humanos con interacciones mínimas.
“Vivimos en un país de cocodrilos, por lo que se trata de saber cómo mantenernos seguros en las vías fluviales: ¿cómo deberíamos responder?”, dice Natasha Hoffman, quien dirige el programa Crocwise en el Territorio del Norte.
“Si estás en un barco cuando estás pescando debes ser consciente de que los cocodrilos están allí. Cazan mediante emboscadas, se sientan, observan y esperan. Si tienen la oportunidad de agarrar algo de comida, eso es lo que van a hacer”.
En el Territorio del Norte no está actualmente sobre la mesa un posible sacrificio masivo de cocodrilos ya que se trata de una especia protegida.
Sin embargo, el año pasado el gobierno aprobó un nuevo plan decenal de gestión de cocodrilos para ayudar a controlar su número. El plan aumentó la cuota de cocodrilos que se pueden matar anualmente de 300 a 1.200.
Esto se suma al trabajo que realiza el equipo de Ewin para eliminar cualquier cocodrilo que represente una amenaza directa para los humanos. Cada vez que hay una muerte, se reaviva el debate sobre los cocodrilos que viven muy cerca de zonas habitadas.
En los días posteriores a la muerte de la niña de 12 años el año pasado, la entonces líder del Territorio, Eva Lawler, dejó claro que no permitiría que los reptiles superaran en número a la población humana en el estado.
Actualmente, esa cifra asciende a 250.000, muy por encima del número de cocodrilos salvajes. Es una conversación que va más allá del Territorio del Norte.
El estado de Queensland alberga aproximadamente una cuarta parte de los cocodrilos que tiene el extremo superior del TN, pero hay muchos más turistas y más muertes, lo que significa que en debates electorales se habla a veces de una posible matanza masiva.
Los superdepredadores pueden provocar controversia, pero también son un gran atractivo en el Territorio del Norte, no solo para los turistas sino también para las marcas de moda deseosas de comprar su cuero.
Los visitantes pueden dirigirse al río Adelaide para ver el “salto de cocodrilo”. Esta atracción consiste en ofrecer a los reptiles trozos de carne en la punta de un palo con el fin de que salten fuera del agua para el público.
“Se supone que debo decirles que se pongan los chalecos salvavidas”, bromea el capitán de Spectacular Jumping Croc Cruises (Cruceros espectaculares con cocodrilos saltadores), Alex ‘Wookie’ Williams, mientras explica las reglas de la casa del barco.
“Lo que no tengo que decirles… es que los chalecos salvavidas son bastante inútiles en este caso”.
Para Williams, que ha estado obsesionado con los cocodrilos desde la infancia, hay aquí muchas oportunidades de trabajar junto a ellos. “Ha habido un auge en los últimos 10 años”, dice sobre el número de turistas que llegan a la región.
La cría comercial, que surgió cuando se prohibió la caza, también se ha convertido en un motor económico. Se estima que actualmente hay alrededor de 150.000 cocodrilos en cautiverio en el Territorio del Norte.
Marcas de moda como Louis Vuitton y Hermès, que vende un bolso Birkin 35 de cocodrilo por hasta 800.000 dólares australianos (US$500.000), han invertido en la industria.
“Los incentivos comerciales se implementaron efectivamente para ayudar a la gente a tolerar a los cocodrilos, porque necesitamos una licencia social para poder utilizar la vida silvestre”, dice Mick Burns, uno de los criadores más destacados del Territorio del Norte que trabaja con marcas de lujo.
Su oficina está en el centro de Darwin. Extendida por el suelo hay una enorme piel de cocodrilo. En la pared de la sala de conferencias hay otra piel que se extiende al menos cuatro metros.
Burns también tiene conexiones con un rancho en la remota Tierra de Arnhem, a unos 500 kilómetros al este de Darwin. Allí trabaja con guardaparques aborígenes para recolectar e incubar huevos de cocodrilo para vender las pieles de estos animales a la industria de artículos de lujo.
Otto Bulmaniya Campion, quien trabaja junto a Burns y es miembro de las comunidades ancestrales del lugar, dice que más asociaciones como la suya son cruciales para garantizar que las poblaciones aborígenes y los isleños del estrecho de Torres compartan los beneficios financieros de la industria.
Durante decenas de miles de años, los cocodrilos desempeñaron un papel importante en las culturas indígenas, dando forma a sus historias sagradas, vidas y medios de subsistencia.
“Mi padre, todos nuestros mayores, solían arponear cocodrilos y cambiar una piel por té, harina y azúcar. Sin embargo, no había dinero en ese momento”, dice el hombre del clan indígena de Balngarra.
“Ahora queremos que nuestra propia gente se ocupe de los reptiles”.
Pero no todos están de acuerdo con la cría como práctica, incluso si los involucrados señalan que ayuda a la conservación. La preocupación entre los activistas defensores de animales radica en la forma en que se mantiene a los cocodrilos en cautiverio.
A pesar de ser animales sociales, generalmente los cocodrilos permanecen confinados en jaulas individuales para garantizar que su piel esté impecable, ya que una pelea entre dos cocodrilos territoriales casi con seguridad dañaría un bien valioso.
Todo el mundo en Darwin tiene una historia sobre estas formidables criaturas, independientemente de si quieren que las cacen en mayor número o que las preserven de forma más rigurosa.
Pero la amenaza que siguen planteando es real. “Si vas a nadar al río Adelaide junto a Darwin hay un 100% de posibilidades de que te maten”, dice el profesor Webb con naturalidad.
“La única pregunta es si llevará cinco minutos o diez. No creo que llegues nunca a los quince, acabarás destrozado”, añade mientras se sube el pantalón para dejar al descubierto una enorme cicatriz en su pantorrilla.
Es la evidencia de un encuentro cercano hace casi cuarenta años con una hembra enojada mientras recolectaba huevos.
Webb no se disculpa por el pragmatismo de las autoridades para gestionar los números de cocodrilos y ganar dinero en el proceso, una forma de vida que, al menos en el futuro cercano, llegó para quedarse.
“Hemos hecho lo que muy pocas personas pueden hacer, que es tomar un gran depredador … y gestionarlo de tal manera que el público esté dispuesto a tolerarlo”, afirma.
“Intenta conseguir que las personas en Sídney, Londres o Nueva York aguante a un gran depredador – no lo van a hacer”.