Que Velasco, que Ander Herrera, que Rodrigo Battaglia, que James Rodríguez… Nombres que tocan a este Boca que se prepara para su final del mundo, la primera, que será la fase 2 de la Libertadores desde el 18 de febrero. El primer paso es el 22 de enero, partido que debería resolver sin problemas por Copa Argentina, y ahí le debería alcanzar con lo que tiene. Y mientras busca reforzarse, surgió un imprevisto que no hace más que acelerar una necesidad: la búsqueda de un arquero.
Porque si bien no era prioridad, no hay dudas de que Gago tenía rondando por la cabeza esa chance. Porque Chiquito Romero no venía siendo el de antes, por capacidad de reacción y también lesiones, por algo había perdido su lugar en manos de Brey. Y al chico surgido en Los Andes, más allá de algunas atajadas y de destacarse en definiciones por penales, le quedó algo grande el arco de Boca. Entendible por su edad, más allá de su capacidad. No se lo notaba muy confiable, sobre todo en los últimos partidos, como en aquella semi con Vélez, en la que dos centros venenosos fueron gol y eliminación. Javier García, hombre de confianza de Riquelme, no cuenta hoy más que como una rueda de auxilio y tal vez con peso en el vestuario.
Pese al alto nivel que supo mostrar Romero en 2023, Boca no pudo nunca tener un Oscar Córdoba o un Pato Abbondanzieri, algo que en su momento logró con Orion y también con Esteban Andrada (en Rayados), que se fue por la puerta de atrás como Agustin Rossi (en Flamengo). La etapa del Chiquito confiable parece haber llegado a su fin, de hecho en su larga carrera tuvo el rol de suplente en varios equipos, más allá de su gran Mundial 2014 (finalista). El puesto de arquero no es sencillo de reemplazar en arcos pesados, River lo hizo con Armani, Racing con Arias. Y Boca, más allá de un 5, de un central, de un volante zurdo, necesita afinar el ojo para encontrar ese arquero que pueda pararse con suficiencia y confiabilidad para tener más chances de soñar en grande.